sábado, 23 de junio de 2012

IRREVERENCIAS

Cronos, dadivoso y egoísta, concede a los míseros mortales temporales destellos de inspiración. Ora de testa, ora de corazón, ora de entrañas. Al acontecer ese milagro, el ínfimo mortal compite con la excelsa sabiduría y perfección de lo divino y sesuda, presurosa y alocadamente expone libre, lúcido e inmortal pensamiento; puro, íntimo y virginal sentimiento; pero, ante todo profunda, insondable e. inconfesable pasión.

En infinitesimal instante se amalgama testa, corazón y entrañas. El mortal se libera. Revela su infinita potencia. Subordina al universo. Aflora creadora genialidad. Aviva la chispa incendiaria que consume todo. Liberadoramente desatado promulga la ciencia más reveladoramente  incontrastable; declama la poesía más arrebatadoramente bella; y, rubrica la pasión más fogosamente tórrida.

Imparable huracán que solo ante la Parca detendrá su pulso. Competirá desafiante con Cronos. Sabe que está en desventaja pero igual lo reta. Indomable, veces gana, veces pierde. Jamás tablas. Cronos eso no lo admite y el mortal lo sabe.

Agudo ingenio, pétrea voluntad, frenética creatividad, infinita curiosidad, obcecada decisión y perpetua inconformidad son la esencia de su mortal naturaleza que germinan en su afán de cumplir su cometido.

Ya iniciado su cometido, no lo acabará nunca, solo lo continuará por los siglos de los siglos. Emprenderá mil y un caminos; mil y un batallas; mil y un romerías; mil y un travesías. Será peregrino, nómada, trashumante y caminante perpetuo. Feliz en su camino al saber que cada paso valió la pena. Cuando Cronos se detenga, el mortal mirará los ojos del divino y orgulloso e irreverente le dirá:
me llamó Hombre y reclamó mi derecho a ser el inmortal centro del universo por los siglos de los siglos.

Marco Aníbal Navas Leiva

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