Un
gran impacto nacional e internacional causo las imágenes que contenían
maltratos y vejaciones a jóvenes aspirantes a policías de línea en la
escuela “Noboa Bejarano”, más allá de las investigaciones que ha
ofrecido el Ministro Serrano sobre los presuntos implicados, que
siguiendo el debido proceso, deben ser investigados en el campo
administrativo y penal.
Que
positivo hubiera sido verle al Ministro del Interior visitando la
escuela “Noboa Bejarano” en persona y no solo a funcionarios de la
Defensoría del Pueblo, para que constate personalmente cómo funciona
este pobre centro de formación: sin agua potable, sin proyectores, con
baterías sanitarias en mal estado, con canchones dormitorios, aulas
prefabricadas, sin ninguna tecnología o un simple proyector para ver un
video o una presentación digital.
Cómo
tener una planta de profesores civiles de primera calidad en una
escuela donde no existe ni un camino adecuado para llegar y carente de
pistas de entrenamientos de todo tipo académico y de terreno, qué clase
de profesores tendrán esos pobres alumnos.
La
Defensoría del Pueblo a través de sus funcionarios expresaron que ese
centro debía ser cerrado por no tener los servicios básicos, es más,
uno de los señores técnicos señalo que, si el Presidente Correa fuera
lo cerraría al día siguiente, pero la escuela sigue funcionando y el
Ministro no se pronuncia sobre los cambios en el pénsum de estudios y el
nuevo tipo de escuela que debe tener el Ecuador, tanto en la
infraestructura como en su planta de profesores y syllabus.
El
país tiene 14 centros de formación, la mayoría de ellos no merecen
tener el título de centro de formación, no solo por su infraestructura,
sino que es una locura tener tanta escuela dispersa formando 100, 150
,300 alumnos en cada sitio con una total discrecionalidad, además del
gasto económico que representa para el país. He escuchado con asombro
que la policía debería tener 7 escuelas regionales y dos grandes centros
de formación; con todo respeto no coincido con ese criterio.
Si
quieren una revolución académica y por tanto en el perfil del policía
preventivo/ comunitario, que debería graduarse, no se puede lograr con 9
centros formativos.
Deberíamos
tener dos centros de formación con toda la tecnología de punta, es
decir para la parte académica y la formación física del aspirante con
una excelente planta de profesores, pistas de entrenamientos,
preservación de la vida, mantenimiento del orden público, detención,
arresto, persecución, retenes, y aulas con toda la tecnología requerida;
además de un centro para el ejercicio físico: gimnasios, defensa
personal, piscinas entre otros. Y de vez en cuando llevarles a los
señores aspirantes a la montaña caminando 30 km y lanzarles gas, para
demostrar su espíritu y valor, tema que quedó en el olvido hace 30
años cuando se acabó la guerra fría pero que aún conserva nuestra
institución policial con un modelo militar.
Cuando
me refiero a una revolución académica no me refiero a una revolución
política, una revolución en el sentido estricto es cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato, que se puede producir simultáneamente en distintos ámbitos (social, económico, cultural, religioso, etc.)
Hay
que romper los paradigmas del pasado en cuanto a la formación, sino, no
se podrá enfrentar a la delincuencia común, hoy más violenta, al crimen
organizado y el tener un policía comunitario/preventivo profesional.
El
ECU 911 es una buena idea y debe ser apoyada pese a que no es nueva en
el país, nació en Quito hace 10 años y claro con el avance de la
tecnología ahora se puede tener pantallas gigantes y botones de pánico.
Pero esto es preventivo para enfrentar el delito común y para su éxito,
depende del nivel de respuesta del policía, máximo en 5 minutos, si no
ocurre esto, veremos como asaltarán a los ciudadanos en tercera
dimensión.
Todos
los ecuatorianos (as) debemos aportar con nuestros conceptos, criterios
a favor de la seguridad que es una causa nacional y apoyar a una nueva
policía que sea la policía de todos los ecuatorianos (as) pero para eso
se necesita una revolución en el alma de cada funcionario encargado de
hacer cumplir la ley.
Por: Ricardo Camacho Zeas
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